A Lorca Soundscape Liner Notes by Melcion Mateu
In 1929, already a renowned writer, Federico García Lorca arrived in New York in search of a change of scenery. Offering a series of lectures in the United States and Cuba over the span of a year gave the poet an excuse to flee a Spain still cloistered around itself and a way to recover from a romantic crisis. Shortly after his arrival, the stock market crash of 1929 plunged the United States into The Great Depression. Poet in New York is Lorca’s poetic response to that experience. In an interview years after, Lorca would describe his perception of the city in the following manner: “Impressively cold and cruel…a spectacle of suicides, of hysterical people and demoralized groups. A dreadful spectacle absent of grandeur. No one can imagine the solitude a Spaniard feels there, and even more one from the south.” Poet in New York speaks through this solitude: a solitude between alienated multitudes of Latinos, Jews and Blacks in the face of the poet’s astonishment and vague recognition of others and of himself; of impossible desire; of abandoned dreams; of the violence in the night’s intimacy; and of the devastating routine that carries workers to their jobs like animals to the slaughterhouse. We find here in the most surreal, experimental and frazzled Lorca, simultaneously, the most socially-engaged Lorca.
Alexis Cuadrado isn’t new to the city. Its landscapes and multitudes aren’t strange to him; neither are the noisy streets; nor the jazz clubs. He’s developed a considerable career as a musician; he’s made a life for himself here. And nevertheless, in his fifth CD as bandleader and composer, he’s made Lorca’s poems his own: “In a moment like the one we’re living in now, with the world economic crisis and movements like Occupy Wall Street, getting back to Poet in New York is my way of forming a protest. Even though the book was written over eighty years ago, it baffles me to see how the inequality, racism and injustice that Lorca describes are still present in our daily narrative. The characters may have changed, but the plot line is the same.”
Perhaps it’s for this reason that A Lorca Soundscape is an album both clear and complex at once: complex like the city depicted by Lorca, by means of his accumulation of discordant images, his rhythms and sounds; and clear by means of the sheer power of his words. In Alexis’ soundscape, the rhythms of the city––which move from swing to bolero, passing through flamenco and new music–– live together with the exigency to express his message. One of the difficulties the bassist/composer had to overcome is that Poet in New York, unlike other books by Lorca, failed to follow a musical structure. The free verse and absence of self-enclosed song forms led Alexis to explore the horizontality of his compositions, how they unfurled themselves linearly, augmenting or reducing in density and intensity. This is a method Alexis had already displayed in his prior album, Noneto Ibérico, and that here, through the voice of Claudia Acuña, leads him toward the discovery of new expressive possibilities. This is the first time that Alexis has composed for voice, and Acuña’s malleable power perfectly captures the duende in these songs. This is how, for example, the final verse of «Vuelta de paseo» [«After a Walk»]––“¡Asesinado por el cielo!”––grows in dramatic force until it reaches its conclusion. In «Norma y paraíso – El rey de Harlem» [«Standard and Paradise – The King of Harlem»], the composer has fused together two of Lorca’s poems. Mark Ferber, faithful sideman in all of the Cuadrado’s albums, accentuates the undulating changes of rhythm and tempo, urging on Dan Tepfer’s virtuosity in his solo. Alexis’ own double bass solo introduces «Asesinato» [«Murder»]: its deep, dark licks are interrupted, somewhere between sweet and irate, by one of the more distinctive voices in jazz today, Miguel Zenón on the saxophone. Another of the songs, «Danza de la muerte» [«Dance of Death»], begins with the sophisticated percussion of Gilmar Gomes, continues with a minimalist sax sequence, and subsequently erupts with Acuña’s flamenco-tinged folksong. For its part, «Nueva York (Oficina y denuncia)» [«New York (Office and Denunciation)»], constitutes, with its suffocating catalogues, a true tour de force, a frenetic song; many of the instruments were doubled in the studio: pay close attention to Zenón’s superimposed saxophones and Tepfer’s pianos. Here, noise coexists with beauty, because in A Lorca Soundscape the intelligent use of traditions––classic, pop, jazz, latin and flamenco––coexist with the imaginative search for new solutions. And there is always an emotion––an “ecstatic truth” to put it in the words of the filmmaker Werner Herzog, words that Alexis often repeats–– that reveals immediately the moment in which an individual recognizes him or herself before the agitating great metropolis. In some of his other compositions, such as «La aurora» [«Dawn»] and «Vals en las ramas» [«Waltz in the Branches»], Alexis Cuadrado is in pursuit of lyricism, a lyricism that functions as a necessary contrast to the schizophrenic logic of a sick city and society, like the voice that prevails against chaos and injustice so as to make its message heard.
Melcion Mateu Author, translator, and literary critic living in New York since 2005. Translated by Rowan Ricardo Phillips.
Alexis Cuadrado, A Lorca Soundscape
Federico García Lorca llegó a Nueva York en 1929, ya consagrado, buscando un cambio de aires. La excusa era impartir unas conferencias allí y en Cuba a lo largo del año. El poeta se reharía así de una crisis sentimental y huiría de una España todavía demasiado enclaustrada en sí misma. Poco después de su llegada, el crack de Wall Street sumergía el país en la Gran Depresión. Poeta en Nueva York es la respuesta poética a aquella experiencia. En una entrevista años después, Lorca describiría así su percepción de la ciudad: “Impresionante por frío y cruel... Espectáculo de suicidas, de gentes histéricas y grupos desmayados. Espectáculo terrible, pero sin grandeza. Nadie puede darse idea de la soledad que siente allí un español, y más todavía un hombre del sur.” Poeta en Nueva York habla de esta soledad, una soledad entre multitudes alienadas; de los latinos, los judíos y los negros, ante los que el poeta se extraña o se reconoce vagamente; de los otros y de sí mismo; del deseo imposible, de los sueños abandonados; de la violencia en la intimidad de la noche; de la rutina demoledora que lleva los empleados al trabajo como bestias a un matadero. En el Lorca más surrealista, más experimental y desbocado, se encuentra a la vez el de mayor preocupación social.
Alexis Cuadrado no es nuevo en la ciudad. Su paisaje, sus multitudes no le son extraños, tampoco sus ruidosas calles ni sus clubes de jazz. Aquí ha desarrollado su sólida carrera como músico y ha establecido su vida. Y sin embargo, en su quinto CD como líder y compositor, se ha hecho suyos los poemas de Lorca: “En un momento como el actual, con la crisis económica mundial y movimientos como Occupy Wall Street, volver a Poeta en Nueva York es mi manera de protestar. Aunque el libro se escribió hace ya más de ochenta años, me inquieta ver como la desigualdad, racismo e injusticia que Lorca describe se repiten una y otra vez en nuestra narrativa cotidiana. Puede que los personajes hayan cambiado, pero el guión sigue siendo el mismo”.
Quizá por esta razón, A Lorca Soundscape es a la vez un disco complejo y claro. Complejo como la ciudad retratada por Lorca, con su acumulación de imágenes discordantes, sus ritmos y sus ruidos; claro por la contundencia de sus palabras. En el paisaje sonoro de Alexis, los ritmos de la ciudad--que van del swing al bolero, pasando por el flamenco y la new music--conviven con la necesidad de decir su mensaje. Una de las dificultades que el contrabajista y compositor ha tenido que vencer es que en Poeta en Nueva York, a diferencia de otros libros de Lorca, los poemas a menudo no tienen una estructura musical. El verso libre y la falta de moldes cerrados de canción lo ha llevado a explorar la horizontalidad en sus composiciones, que se desarrollan de manera lineal, aumentando o disminuyendo en densidad e intensidad. Es un procedimiento que Alexis ya había ensayado en su anterior entrega, Noneto ibérico, y que aquí, en la voz de Claudia Acuña, le lleva a descubrir nuevas posibilidades expresivas. Es la primera vez que Alexis compone para voz, y la ductilidad y fuerza características de la vocalista capturan perfectamente el duende de estas canciones. Así, por ejemplo, el verso final de «Vuelta de paseo»--“¡Asesinado por el cielo!”-- crece en fuerza dramática hasta su conclusión final. En «Norma y paraíso - El rey de Harlem», el compositor ha unido dos originales de Lorca. Mark Ferber, fiel sideman en todos los álbumes del líder, acentúa los ondulantes cambios de tempo y ritmo, espoleando el virtuosismo de Dan Tepfer en su solo. El contrabajo del propio Alexis introduce en solitario «Asesinato»: sus líneas oscuras y profundas las interrumpe, entre airado y dulce, Miguel Zenón al saxo, una de las voces más personales del jazz de nuestros días. Otra de las canciones, «Danza de la muerte», se inicia con la sofisticada percusión de Gilmar Gomes, continúa con una secuencia de saxo de aire minimalista y estalla en el cante aflamencado de Acuña. Por su parte, «Nueva York (Oficina y denuncia)», con la enumeración sofocante del poema, constituye un verdadero tour de force que resulta en una canción trepidante; en el estudio se han doblado varios de los instrumentos: atención a los saxos superimpuestos de Zenón y los pianos de Tepfer. Aquí el ruido convive con la belleza, porque en A Lorca Soundscape el uso inteligente de la tradición --clásica, pop, jazzística, latina o flamenca-- convive con la búsqueda imaginativa de nuevas soluciones. Y hay siempre una emoción que se revela al instante --una “verdad extática” por decirlo en palabras del cineasta Werner Herzog que a Alexis le gusta repetir--, el momento en que el individuo se reconoce a sí mismo ante la agitación de la gran metrópolis. En otras de sus composiciones, como «La aurora» o «Vals en las ramas», Alexis Cuadrado persigue el lirismo. Un lirismo que funciona como contraste necesario en la lógica esquizofrénica de una ciudad, de una sociedad, enferma. Como la voz que se impone ante el caos y la injusticia para hacer oír su mensaje.
Melcion Mateu Escritor, traductor y crítico literario, vive en Nueva York desde 2005.